La propia tarjeta trae su toque de Magia, el color que la viste,
el aroma que desprende. A todo el conjunto hay que añadir de quien proviene. Miro
a los ojos del mensajero y con decisión tomo la invitación y el reto. A mi
mente llegan imágenes de una historia que leí hace años: “El abanico de seda”
Elijo uno igual que el de la protagonista y entre las varillas de madera
escribo unos versos destinados al anfitrión, solo él sabrá que están ahí. Sé
que me salgo del guion, pero esta es mi historia.
Me recibe con suma elegancia y yo respondo con una
inclinación de cabeza. Los adornos de mi pelo acompañan al gesto y parece que
celebran tal recibimiento. Le hago un ligero guiño con el abanico dejándole al descubierto
el comienzo de un verso. Su mirada de expectación tras su bonita máscara me
dice que he captado su atención.
·
Querida Auro, he podido apreciar mi nombre entre
esos versos. ¿No es así?
·
Ha acertado, Querido Mío. Tal vez durante un
baile le revele el resto del contenido.
·
No debemos demorar más. Comencemos con este Vals
que ahora mismo suena.
·
No sea presuroso, y esperemos a la media noche… Disfrute
con el resto de las Damas y no olvide que aquí estaré para el final de las
campanadas.
Guardo mi sonrisa pícara tras el abanico, mientras su cabeza
se inclina levemente en un intento de rescatar alguna que otra palabra más.
Le veo bailar con todas las Damas del Salón. A cuál más
bella, sin ninguna duda. Hasta le veo perderse en más de una ocasión.
Apuesto por su curiosidad y espero hasta la hora de la cita.
Tras mi máscara le veo llegar radiante y puntual para conocer lo que el abanico
guarda solo para Él.
©Auroratris
Gracias a ti, Mi Querido Dulce |
Muchas gracias, Mi Querido Dulce |