Mi participación
en la propuesta "El Sombrerero Loco"
El despertador sonó a su hora, sin embargo, yo estaba
despierta desde bien temprano, me removía en la cama disfrutando de ese momento
de antelación. Hoy será un gran día. Me metí en la ducha y automáticamente
entoné una vieja canción de una época ya remota. Me vestí rápida sin esmerarme
mucho en el atuendo, pronto dejaría de preocuparme algo tan banal. El pelo lo
dejé a su aire, llevarlo corto es una ventaja y, también, en nada dejaría de
ser una preocupación.
Qué bien sienta un buen café con tiempo suficiente para
recrearme en su sabor, la dulzura del croissant es ese equilibrio que existe
entre lo dulce y lo amargo… como el amor. No sé por qué sentía una calma
interna que hacía tiempo no me visitaba. Me regalé una sonrisa de carmín ante
el espejo, a veces, deberíamos pensar más sobre eso. Me puse el abrigo y
colgando mi bolso en bandolera asalté la calle.
La mañana estaba fría, pero pronto también eso dejaría de
importar. Me uní a un grupo de viandantes que charlaban animadamente sobre lo
que iba a pasar ese día. Había dinamismo en las risas, las palabras, los pasos…
hasta bromeaban entre ellos.
Uno se giró y señalándome miró a los otros diciendo que yo
era una de ellos. Efectivamente, llevaba el mismo distintivo que nos
diferenciaba de los demás. Me fui percatando de los distintos símbolos de cada
uno que me rodeaba.
Llegamos hasta un edificio muy alto y allí nos fueron
distribuyendo por zonas. Cada pasillo tenía impreso la runa que señalaba
nuestro destino. Avancé junto a tres compañeros adentrándonos en una sala muy
blanca, casi nos cegaba aquella luz. Había tres camillas dispuestas en hilera.
Una mujer salió de un pequeño bóxer y nos pidió identificación para que cada
uno se acomodara en su sitio. Dejamos todas nuestras pertenencias sobre el
suelo, fue curiosa la manera en la que nos desprendíamos no solo de la ropa,
también de un pasado. En un mismo montón se fueron quedando los restos de
nuestra historia. Quedamos desnudos sobre aquellas sábanas tan blancas a la
espera de la última fase de nuestra conversión.
Todos teníamos una pluma blanca sobre la frente, esa era
nuestra marca, lo que habíamos elegido cuando fuimos convocados hace un tiempo.
Alguien nos concedió ser nuestro deseo. Dejar atrás lo políticamente correcto. Alguien
escuchó nuestro silencio y, ese mismo Alguien me volvió a preguntar antes de que
cerrando los ojos yo respondiera sin apenas aliento que quería ser UN SUEÑO.
©Auroratris