,Gustab, desde su blog Adoquines Mojados
nos ha invitado a crear una obra
a partir de una de las siete citas
que nos ha facilitadol
Mi aportación
Sin prohibiciones no
hay erotismo. <<George Bataille>>
No tocar, no mirar, no escuchar… toda prohibición provoca en
mí la necesidad imperiosa de llegar a la experiencia de conocer el resultado de
mi atrevimiento. Conocí a Pablo, en el taller de arte donde inicié mis
estudios. Él era el modelo que tendríamos durante ese curso. Mi primera
reacción fue instintiva nada más verle ante mí con toda su anatomía tan bien
formada. Acariciar su torso, recorrer cada uno de sus protuberantes músculos y
comprobar lo que ese gesto despertaba en su carne y en él.
Inmediatamente tuve una llamada de atención por parte de mi
profesor. Nos miramos provocativamente con un gesto de silencio desde su lado y
una pícara sonrisa desde el mío. La primera clase prometía ser todo un reto entre
nosotros dos. Sin prohibiciones no hay
erotismo y ese fue el detonante para que cada vez que le mirara se
desencadenara todo un juego de seducción.
Allí donde posaba mi mirada él sentía una corriente
eléctrica que le hacía estremecer. Me gustaba ese rol de poder ya que su
condición de muso le tenía atado a la inmovilidad más absoluta. Mordía mi
pincel mientras fijaba mis ojos en la forma de su sexo, bajo la fina tela podía
comprobar cómo respondía a mi provocación. Sé que esto le ponía cada vez más
nervioso.
El recorrido iba de sus ojos a su erección. De su boca a sus
manos. De su vientre a sus muslos… y así comprobar que de rozarle podría
provocar todo un acontecimiento de sensaciones. Reconozco que fui algo perversa. Si no es por las miradas desaprobatorias
del resto de mis compañeras, hubiera seguido con mi intención.
Acabó la clase, él se dedicó a desaparecer y yo a recoger mis
utensilios. Hay juegos que una vez empezados hay que continuarlos hasta el
final y verificar si todo cuanto hemos empeñado ha tenido buen recibimiento.
Noté el calor pegado a mi cuello, era su aliento marcando
territorio. Sus manos dibujaban mis senos que bajo la blusa se dispusieron para
su presión. Mi espalda recibía todo su pecho y su cadera quedó pegada a mi
trasero. Me indicó silencio, me recordó que no podía tocarle y así de esa
manera tampoco podía mirarle.
Sentirle, eso sí. Así pude sentir cada embestida y cada vaivén
que le propinaba a mi cuerpo. El olor a sexo se extendió por la habitación
mezclándose con los productos de pintura. Me dejé llevar por el emborrachamiento
del aire y del suyo. De su excitación pegada a mis paredes, de su exude
tatuando mi espalda.
Cuando todo hubo acabado no dejó que me girara. Antes de
separarse mordió el lóbulo de mi oreja y me susurró.: Touché.
©Auroratris