El tiempo vuela, es como una estrella fugaz que acaba desapareciendo antes de formular un deseo. Pero ese deseo se mantiene en la memoria y reverbera cada año sin fecha de caducidad. Un año más celebro mi cumpleaños junto a vosotros, me siento muy agradecida de teneros conmigo.
MUCHÍSIMAS GRACIAS POR SER MI REGALO UN AÑO MÁS, MIS QUERID@S AMIG@S
Fue una locura, todavía sonrío al recordarla y no me importaría
repetirla. Dicen que dos son compañía y tres es una multitud. Ahora, discrepo
desde que el tercer elemento fue tu moto; el cuarto, la velocidad; el quinto,
el viento pegado a mi cara y mi cuerpo desnudo; el sexto, la aventura del
paisaje; el séptimo, lo desconocido…
Está bien, dejaré de enumerar el equipaje de aquel verano
rumbo a ninguna parte y me centraré solo en ti. Ya vuelves a prestarme atención,
Señor Narcisista. No solo llevo clavado el rugido de aquel motor, también
fueron clave o clavo para mi mente tus palabras. Las promesas de tu fisionomía
en cada curva pegándose a mi desnudez. Aquellas vacaciones fueron toda una provocación
a la indecencia. Gané la apuesta, ya sabes de lo que soy capaz cuando se me
reta.
Conozco bien esa sonrisa entre pícara y traviesa mientras planeas
alguna ocurrencia de las tuyas. De las que no defraudan y siempre suman. Sé que
no me preguntarás, das por hecho que estoy de acuerdo. Y a mí me vuelve loca
cuando solo me pides que te acompañe rompiendo mapas y perdiendo brújulas.
Disfrutamos de unas vacaciones en un resort africano,
concretamente Tanzania. No entraba entre mis destinos favoritos, pero me sumé a
la locura de mi amiga. Siempre se queja de que nunca la acompaño en sus iniciativas.
Los días se dividían entre visitas guiadas a los distintos
poblados y aldeas de alrededor, pequeños safaris por la reserva, baños en la
piscina del resort, masajes y relax. La orden era que nadie saliera del recinto
bajo ningún concepto si no quería ser devorado por animales salvajes.
Durante el safari contemplamos a varios de ellos, hermosos y
elegantes los felinos, no parecieran tener mayor peligro, los cachorros se
asemejaban a unos adorables gatitos. Me sentí muy atraída por ellos. Hasta se
les veía sociables. Los elefantes me parecieron unos torpes muy graciosos,
sobre todo los más pequeños. Así fuimos conociendo la fauna y la flora del
lugar. Costumbres y una cultura muy diferente a la europea.
La última noche celebramos el fin de nuestra estancia. Hubo
algo en mi comida, o en todo caso, mi bebida. Es una hipótesis. Recuerdo nítidamente
todo lo que ocurrió en aquella selva idílica. Desde entonces me persigue una
visión de la más surrealista.
No distingo si fue un sueño o realidad. Solo sé que sentía
calor y estaba sentada en el borde de la piscina con los pies dentro del agua. Los
demás seguían dentro, divirtiéndose. Algo se movió en la oscuridad, vislumbré el
acercamiento pausado de dos faros sobresaliendo de allí. La tenue luz dibujó su
forma felina. No hubo miedo en mí, en la leona sentí solo su interés.
Sigilosa se posó a mi lado, me contó una historia sobre mis
antepasados. Se ofreció a mostrarme el lugar en el cual se inició todo. Me vi
sobre ella, desnuda de pudores y vestida de una fuerza que jamás había sentido.
Cortesía de Ginebra B.
En plena noche recorrimos una larga distancia hasta salir de
la reserva. Ella insinuó que nos encontrábamos en el sitio al cual yo pertenecía.
No podía ser, no la quise creer. Decía que no me dejara engañar por mi forma
humana. Las dos éramos una y pertenecíamos a aquella tierra. El lado irracional
se transforma en persona para explorar lugares que el lado racional no puede
visitar. Es por eso que cada personal tiene su animal, su alma gemela en algún
lugar del mundo.
Al día siguiente, uno de los empleados me despertó. Continuaba
en el borde de la piscina, sentí un dolor punzante en la cabeza y la sensación achacosa
que dan las agujetas. Ese sueño me había dado caña. Le quise dar las gracias al
trabajador antes de volver a mi habitación. Guiñando uno de sus ojos me respondió
y su respuesta me dejó abrumada:
En todo inicio acompaña una motivación, hacerlo bien para
conseguir el reconocimiento de los demás. Con el paso del tiempo una logra
entender que eso es una falacia porque nunca llueve a gusto de todos, intentar
agradar a todo el mundo es una tarea ardua e infértil, siendo una misma la más
perjudicada.
Me llamo Montse, y soy de un pueblo tan pequeño y aislado
que hasta su nombre es difícil de pronunciar. Mi futuro estaba predestinado
desde el mismo día que nací. Ser niña después de tres hijos varones me otorgó un
título que nada tenía que ver con los sueños que iban creciendo dentro de mí.
Se me crio entre tareas del hogar, faenas del campo. Se me
dio una educación entre sumisa y servicial. Hasta se pensó en quién sería mi
futuro marido. Yo, que soñaba con ver mundo y experimentar aventuras. Durante
un tiempo ejercí haciendo lo que de mí se esperaba. Aun así, todo eran
reproches y regañinas, porque, según ellos, no ponía interés ni cuidado en mis
quehaceres domésticos. «Todo cuanto te decimos es por tu bien, hacer de ti una
gran mujer». Esa frase lapidaria era como una dulce flecha que me hundía en la
más triste desmotivación.
La diferencia de edad entre mi hermano mayor y yo nos
separaba tanto como nos unía la pasión por los libros. Se nos daban bien los
estudios. Solo que él sí tendría la oportunidad de demostrarlo yendo a la
Universidad, mientras que yo seguiría soñando con aires de libertad.
Mi adolescencia la recuerdo algo tumultuosa porque salió a
batallar la rebelde que llevo dentro. Eso ocasionó algún que otro momento
desagradable para todos. Al llegar a la edad adulta comprendí que hiciera lo
que hiciera siempre habría malas críticas.
Tomé una decisión si no drástica, sí definitiva para mí.
Salir del nido, abandonar la zona de confort y presentarme al mundo con todos
mis defectos y virtudes. Hacer lo que se me da bien simplemente para conseguir
mi propia satisfacción personal.
No fue un camino de rosas compaginar estudios y trabajo,
pero tenía una meta y no hay nada como la motivación para mover montañas. Para
eso tuve que abandonar la casa familiar, el yugo patriarcal y demostrar,
siempre demostrar la valía que se tiene, aunque no hagamos lo mismo que los
demás esperan de una.
No es que yo quisiera un título honorífico, es solo que mi
pasión me llevó a disfrutar de lo que hoy soy.
Manolita le espera como la primera vez, porque siempre hay una
primera vez para envolverse en aras del amor, sentir el leve mariposeo
acariciando la tripa y dejar que el tiempo transcurra porque no hay otro modo
mejor para hacer.
Manolita se deja llevar por el ensueño que da estar siempre
en las nubes o tener la cabeza llena de pájaros, pero de esos exóticos que
habitan en cualquier playa más allá del desierto. Ay, Manolita vive este amor
como si no hubiera un mañana y cada minuto contara como una vida. Aunque,
Manolita ya tiene a su espalda varias vidas y esta, que podría contar como la
séptima en los gatos, ésta, precisamente es la que está sintiendo con más ahínco
y más intensidad.
El amor es un síndrome o un virus, todavía está por
determinar. Pero Manolita ya le ha puesto nombre a esta naturaleza de
enajenación mental. Ella le ha llamado: elSíndrome Áurea, por la
perfección anímica que otorga este estado, además de la física. El amor embellece
cubriendo en tono pastel la calidez y el rejuvenecimiento, y si viene
acompañado por unos ojos de tormenta, nada ni nadie podrá salvar a Manolita del
huracán.
Mírala, ahí va como una Reinona o una Diva de
otro tiempo mucho más anterior a este que vivimos tan precario. Dicen de ella
que tiene el poder de escuchar el pensamiento a través de los oídos de un
felino, su nombre, Orestes. Que su poder es tal, que allí donde la
miseria se instala ella otorga riqueza, pero no una riqueza material y
superflua, sino aquella que genera paz y bienestar a las enfermedades del
espíritu.
Oí decir que las anteriores guerras cesaron por la petición
de un niño, el cual la invocó día y noche hasta que el rezo fue escuchado por Orestes.
Fueron muchos los lamentos causados por las equivocaciones de los poderosos. El
poder tiene la capacidad de anular el sentimiento empático, ella el don de
devolver equidad al mundo.
Ella sabe anular las miserias, concede los deseos haciendo
realidad cada petición nacida del corazón. De su verdadero nombre nadie sabe,
nadie habla sobre su procedencia, pero todos coinciden en que solo aquellos que
sufren impiedades son conocedores de su naturaleza y de su auténtico estigma.
Ahí va, paseando la verdadera justicia que todos merecemos.
El paso del tiempo es una
realidad. La última invitación del año es la firma tangible del cambio. Pero este
Dulce Caballero sabe un truco de magia para que el salto hacia el Año Nuevo no
sea nada traumático y sí lleno de aventuras mágicas. Me sonrío de solo pensar en
mi indumentaria para lo prometido: fantasía y placer.
No es que yo quiera competir
llevando sombrero como el Dulce Caballero, pero reconozco que es un complemento
muy sexy, si se sabe lucir con garbo. Miradle si no a él. Todo elegancia.
Recojo la invitación de mano del
mensajero, no le pasa inadvertido mi rostro divertido y me devuelve el suyo
algo pícaro. Le cierro la puerta sin más contemplación ya que hoy no tengo
tiempo para flirtear. Otro día, según me pille, le sigo el juego.
¡Qué bonita invitación! Cada año
se lo curra más y mejor este señor.
Rauda me voy colocando mi traje Fashions,
aunque no lo parezca es muy cómodo para el obligado baile con el anfitrión. El
sombrero es un puntazo, es lo más. Estoy a punto de ir vestida solamente con él
y mis Manolo Blanhik. Ja, ja, ja, vaya pensamiento se me acaba de
cruzar. Fuera, que me haces perder la inspiración, le digo.
Bajo la Luna Violeta,
frente a este Castillo Encantado y junto a la distinción del anfitrión
me siento tan sofisticada como todo el conjunto.
Tomo su mano, más bien es él quien
toma la mía, puedo adivinar el guiño en uno de sus ojos cuando se jacta de la
presencia de mi sombrero. Le ha gustado, lo sé porque su brazo rodea mi cintura
mientras me introduce en el Gran Salón.
Las gafas de sol es otro
complemento sexy. Las deslizo hasta la punta de mi nariz para poder comprobar
las bellezas que aguardan mientras las demás vamos llegando. Todas están
divinas, como yo, aunque yo parezca un ave del paraíso con estas plumas. Igual
tiene truco este traje y puedo echar a volar cuando la noche vaya decayendo. Me
lo acabo de inventar, es que con tanto lujo una pierde la cabeza.
Se avecina la hora del juego y mi turno. Todas salen muy contentas tras esa puerta. A ver qué
sorpresa me aguarda.
Me introduzco con decisión y él me
espera con un trío de cartas extendidas hacia mí. Escojo una de ellas. Mi
incredulidad se pasea entre su rostro y la carta en cuestión. Menos en uno de
los detalles, ha dado en el clavo. Le observo atentamente por si ha hecho
trampa. Él hace lo mismo conmigo, lo cual me pone algo nerviosa porque hay
miradas y miradas, esta precisamente es de las que traspasan.
Imagino por un minuto que
visualiza mi fantasía de cómo pensaba aparecer en el baile. No lo puedo evitar
y me entra la risa floja. Él no entiende el motivo de por qué me estoy
partiendo la caja con la carta en la mano. Se levanta de su sillón para coger
con extrañeza la carta y con la misma extrañeza me mira fijamente con expresión
interrogante en su rostro.
Y yo, entre hipidos por la risa,
le cuento mi pensamiento alocado.
Su seriedad se transforma para
acto seguido romper el silencio con una gran carcajada. Esto hace que me relaje
un poco hasta que escucho el sonido de su voz, profunda y sensual, pidiéndome
que cumpla ese deseo o sueño, ya que estamos en el Castillo de los Sueños. Ahí
lo deja, tan ricamente.
Me quedo tan inmóvil como el
brillo de sus pupilas a través de la máscara. Su porte formal, su figura
esbelta es todo un reto. Y yo que soy de retos recojo el guante. La música
insinuante que empieza a sonar de fondo me invita a ir retirando las prendas
a su ritmo. Me imagino como Kim Basinguer en aquella película, ¡ya
quisiera ella ser yo!
Y como la noche va de magia, en un
rápido movimiento retiro el sombrero de su cabeza para cubrir mi pecho, el mío
hace lo propio cubriendo más abajo. El aplauso y la sonrisa del anfitrión es
todo cuanto necesito.
Ha sido una bonita noche de trucos
y magia. Desde mi coche creo distinguir su silueta tras el cristal del gran
ventanal. Percibo que no está solo. Este Dulce Caballero es todo un Casanova. Le
lanzo un beso mientras me despido hasta el año que viene, él responde con otro
beso al viento. Es el momento de arrancar el motor de mi Mini y salir a la
carretera antes de que el Sol tome posesión en el cielo y me robe la
sensación de ensueño.