Mi participación en la propuesta "Un verano de fotografía"
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Obra de Théo Gosselin |
El mismo nombre habitando en distintos pajaritos. Cada
verano se repite la historia: el calor saca de sus nidos a estos pequeños seres
que todavía no han terminado de formar su experiencia en la vida. MiLu, es
diminutivo de mi Lucero, caen del cielo, por ese motivo les llamo así a cada
uno de ellos.
Les encuentro en la calle acurrucados en un rincón. Sé que
algunos no llegarán a sobrevivir más que unos días bajo mi cuidado. Otros, han
corrido mejor suerte y los he visto partir, perderse en el cielo junto a sus
congéneres. Pienso que, mejor eso que ser devorados por algún gatito o,
aplastado por la rueda de un vehículo, y lo que es peor, algún zapato mal
intencionado.
MiLu viene a casa conmigo, es el centro de atención de mis
gatos. Ellos, cautelosos, olisquean sin otra intención. Es como tener a un bebé
al que hay que alimentar cada cierta hora. Su indefensión me provoca tanta
ternura que me consagro para la misión de ser su protectora.
Pongo todo el mimo y el cuidado en alimentar a MiLu,
hablándole, sujetando su frágil estructura siento el latido de su minúsculo
corazón, el peso casi etéreo y su mirada confiada. Su boca es más grande que su
cuerpo, es curiosa esta contrariedad anatómica.
Me armo de paciencia recolectando insectos, darle agua es
toda una operación. A veces, le doy migas de pan impregnadas en leche. Una vez,
descubrí que la tortilla francesa también es de su agrado, trocitos minúsculos
de jamón de york.
Y así, poco a poco, aprecio
en MiLu otra mirada, otra energía. Sus movimientos son más rápidos, a su manera
pide salir de la caja donde ha estado resguardado todo el tiempo. Contemplo con
admiración su evolución y me siento orgullosa de su supervivencia.
Ha llegado el momento de la despedida. Salgo al monte, le
llevo conmigo, sé que será la última vez que lo pose sobre mis manos y vea su
inocente mirada. Admito que su confianza me desarma y rechazo deshacerme de él.
No me pertenece, me digo, en un solo gesto con la mano impulso su vuelo, veo
como desaparece perdiéndose ante mi vista. Convirtiéndose en un punto lejano y
un recuerdo estival que ya no podré olvidar.
Regreso sin dejar de mirar al cielo. Cientos de MiLu me
acompañan con su alegre algarabía. Me sonrío porque estoy convencida de que el
año próximo volveré a cuidar de otro. Al llegar a casa me reciben unos ojos que
destellan interrogación ante una caja vacía con una pluma huérfana en su
interior. Pronto olvidarán esta aventura y a MiLu.
©Auroratris