sábado, 28 de mayo de 2022

11 Etapas

 





 

Se habla mucho sobre El Camino de Santiago y de sus beneficios. Amalia, no es dada a este tipo de movimiento, sin embargo, le gusta escuchar cuando alguien relata su experiencia personal junto a otros peregrinos, incluidos los de otras nacionalidades. Confiesa sentir envidia sana, efecto que se le pasa rápido cuando piensa en el momento de compartir intimidad. Es demasiado defensora de lo suyo y de su sueño, cuando más indefensos estamos. No, no es capaz de verse bajo el mismo techo o, eso cree.

Con todo este equipaje, más una mochila de grandes dimensiones repleta de enseres personales, un botiquín de emergencia y unas ganas de experimentar en la propia carne aquello que escuchó, sube a un tren con destino a Astorga para iniciar El Camino Francés.

Distingue a varios pasajeros ataviados con una indumentaria similar a la suya, en sus manos portan folletos explicativos sobre las 11 etapas que van a vivir. Desde ya comienza la camaradería, el turno de preguntas, las bromas entre unos y otros. Siente que le invade la incertidumbre de querer o no formar parte de este grupo recién estrenado.

Avanza por el pasillo hasta su asiento. Mientras coloca el equipaje, estudia de soslayo a su compañera de viaje. No parece muy habladora y con un simple gesto de cabeza le da la bienvenida al lugar. Durante todo el trayecto les acompaña un largo silencio. Llegan a la estación y tanto su compañera como ella ve como el resto del grupo se dispersa para reunirse en el albergue. Es curioso, ambas han decidido hacer otro tipo de peregrinaje. Con el mismo silencio se dirigen hacia la pensión.

Todavía no ha salido el sol y ya se oye cierto bullicio. Son los peregrinos que comienzan su etapa para acabar con el tiempo suficiente de poder coger un lugar allí donde acaba la susodicha. Amalia y su compañera, libres de esta preocupación, se saludan en la cafetería con un escueto café frente a frente. Una consulta el móvil antes de iniciar el camino, la otra solo comprueba su cuaderno de notas.

Unos metros separan la una de la otra. Amalia no sabe si dejar que la alcance o simplemente seguir caminando a su ritmo. Sigue con atención cada señal para no desviarse. Finalmente deja que suceda para ir a la misma altura y así poderse presentar. Cree que es lo correcto. Descubre que su compañera viene desde Praga para hacer el camino. Dice ser escritora. El esfuerzo por hablar en español hace que le empiece a caer bien.

Poco a poco se va creando un ambiente de compañerismo entre las dos mujeres. Darina, que así se llama la extranjera, le cuenta a Amalia los motivos por los cuales va a realizar este Camino. Quiere escribir sobre él. Cuando llega el turno de ella, no sabe qué decir, cuál es la razón por la que ha iniciado esta aventura. Duda mucho de que sea por fe o por conocer a más personas. La mira y estudia su rostro cuando responde que no lo sabe, que espera conocer la respuesta cuando llegue a la Catedral y abrace al Apóstol. 

A lo largo de las 11 etapas ambas peregrinas ya saben lo suficiente la una de la otra para crear un lazo amistoso. Darina, no deja de tomar notas de todo aquello que ve y vive. Amalia se siente observada todo el tiempo, ha llegado a la conclusión de que no le importa. Realmente está disfrutando de este viaje y de la compañía.

Seguramente no han compartido tantas palabras como kilómetros. Dejan caer al suelo sus mochilas cuando llegan a la Plaza del Obradoiro. Ambas sonríen satisfechas por el alcanzado logro. Deciden ir juntas a recoger la Compostela, acabar con todo el ritual que ofrece este viaje. Dar el abrazo revelador y regresar a sus vidas, cada una por su lado, con el agradecimiento de haber compartido ya no solo el camino, siempre hay algo más que se deja en este viaje. Amalia ya lo sabe.

Está convencida de que algún día encontrará en cualquier librería el libro de Darina. Lo que desconoce es que ella será la protagonista.


(691 palabras)


©Auroratris

 


 

Relato para el Concurso de Zenda #HistoriasdelCamino




BelleZa

 


 

 



A una velocidad de crucero saco el brazo por la ventanilla para que la brisa primaveral lo envuelva. Este gesto me lleva a pensarte en aquella tarde. Acabábamos de hacer el amor, te quedaste dormido con tu desnudez expuesta, exhibiendo un rostro sereno que junto con el movimiento hipnótico de tu pecho, formó un conjunto que me entró por los ojos, inundándome de amor, de pura belleza. Y surgió la pregunta:

¿Dónde reside la belleza?

¿Está en la caricia que viste al cuerpo?

¿En la piel que se adhiere al tacto cuando deslizo la yema de mis dedos por tu silueta dormida?

 

Me encontré con este descubrimiento, discutiendo sobre la alquimia que derrochaba tus labios de alquimista. 

Como un ser abducido por una fuerza mayor, fui acercando mi boca a la tuya para beber de esa fuente que me da la vida.

 

No quise romper tu sueño, pero ocurrió. Acto seguido surgió mi planteamiento sobre la belleza y la magia.

No tuviste respuesta con la palabra, fueron tus ojos profundos los que, acercándose a mi rostro obligó a cerrar los míos. Todo mi pensamiento se vació.

 

Regresamos a nuestros cuerpos y le dimos sentido a cuanto había elucubrado mi mente sobre la magia, la alquimia y la belleza.

 


© Auroratris

 










martes, 10 de mayo de 2022

Touchè

 


,Gustab, desde su blog Adoquines Mojados

 nos ha invitado a crear una obra

a partir de una de las siete citas

 que nos ha facilitadol

Mi aportación









 

Sin prohibiciones no hay erotismo. <<George Bataille>>

 

 

 

No tocar, no mirar, no escuchar… toda prohibición provoca en mí la necesidad imperiosa de llegar a la experiencia de conocer el resultado de mi atrevimiento. Conocí a Pablo, en el taller de arte donde inicié mis estudios. Él era el modelo que tendríamos durante ese curso. Mi primera reacción fue instintiva nada más verle ante mí con toda su anatomía tan bien formada. Acariciar su torso, recorrer cada uno de sus protuberantes músculos y comprobar lo que ese gesto despertaba en su carne y en él.

Inmediatamente tuve una llamada de atención por parte de mi profesor. Nos miramos provocativamente con un gesto de silencio desde su lado y una pícara sonrisa desde el mío. La primera clase prometía ser todo un reto entre nosotros dos. Sin prohibiciones no hay erotismo y ese fue el detonante para que cada vez que le mirara se desencadenara todo un juego de seducción.

Allí donde posaba mi mirada él sentía una corriente eléctrica que le hacía estremecer. Me gustaba ese rol de poder ya que su condición de muso le tenía atado a la inmovilidad más absoluta. Mordía mi pincel mientras fijaba mis ojos en la forma de su sexo, bajo la fina tela podía comprobar cómo respondía a mi provocación. Sé que esto le ponía cada vez más nervioso.

El recorrido iba de sus ojos a su erección. De su boca a sus manos. De su vientre a sus muslos… y así comprobar que de rozarle podría provocar todo un acontecimiento de sensaciones. Reconozco que fui algo perversa. Si no es por las miradas desaprobatorias del resto de mis compañeras, hubiera seguido con mi intención.

Acabó la clase, él se dedicó a desaparecer y yo a recoger mis utensilios. Hay juegos que una vez empezados hay que continuarlos hasta el final y verificar si todo cuanto hemos empeñado ha tenido buen recibimiento.

Noté el calor pegado a mi cuello, era su aliento marcando territorio. Sus manos dibujaban mis senos que bajo la blusa se dispusieron para su presión. Mi espalda recibía todo su pecho y su cadera quedó pegada a mi trasero. Me indicó silencio, me recordó que no podía tocarle y así de esa manera tampoco podía mirarle.

Sentirle, eso sí. Así pude sentir cada embestida y cada vaivén que le propinaba a mi cuerpo. El olor a sexo se extendió por la habitación mezclándose con los productos de pintura. Me dejé llevar por el emborrachamiento del aire y del suyo. De su excitación pegada a mis paredes, de su exude tatuando mi espalda.

Cuando todo hubo acabado no dejó que me girara. Antes de separarse mordió el lóbulo de mi oreja y me susurró.: Touché.


©Auroratris