No había vuelto a pensar en él hasta que vi su foto en el
periódico. Su imagen me transportó a las noches de aquél verano, cuando siendo
solo una niña me quedé prendada de su personalidad y del conjunto que la
envolvía.
Me regresó a aquél barrio lleno de vecinos donde la época
estival nos reunía en torno a una amena charla. La risa floja fluía ante
cualquier historia pasada de nuestros padres. Los niños, bajo el desmayo de la
luz de una farola impregnada de mosquitos escuchábamos atentos, intentado
imaginar las escenas que relataban.
El ruido estridente de un motor nos hacía tomar posiciones,
salir corriendo a por nuestros cubos de basura para llegar hasta el camión que
recogía todas nuestras inmundicias. Y allí estaba Manel y su desenvoltura para
vaciar nuestras pertenencias y dejarnos algún que otro comentario que nos
pintara algo más que una sonrisa…
·
Toma, renacuaja,
veo que has crecido desde la última vez
·
¡Si eso fue ayer! - Yo enrojecía por la
vergüenza y la rabia de que así me viera. Él solo tenía ojos para Ramona, la
cual, mucho más alta que yo, se ponía tras de mí haciéndole ojitos. Era lo
normal ya que ambos peinaban los 17 y yo solo paseaba mis 11 años.
Desde entonces Ramona, se convirtió en mi enemiga férrea. Me
fui alejando de su amistad y compañía. No llegó a conocer la auténtica verdad
de por qué dejé de visitar su casa, abandonando aquél bordado que ella con
tanto esmero me enseñaba, dejamos de compartir ideas junto a las revistas sobre
cantantes de la época, ya no me interesaba averiguar el significado de las
canciones en inglés, ni la vida de los famosos. Lo único importante en ese
momento era que él no me veía tan mujer como a ella.
Llegó el otoño, comenzó un nuevo curso. El tiempo
transcurrió tranquilo hasta el siguiente verano donde descubrí con asombro que
tanto Ramona como Manel ya no formaban parte de mi vida.
Ella se comprometió con un futuro arquitecto que además de
robarle el corazón también se llevó todo su tiempo. Me escudo en la excusa de
que no hubo oportunidad de disculpa por mi parte, siendo consciente de que tal
disculpa no alcanzara nunca confesar toda la razón. Crecimos deprisa
abandonando aquellos tiempos. Otro operario tomó el puesto de Manel. Tal vez lo
hizo antes y yo me percaté demasiado tarde.
De él nada supe hasta el día de hoy. Un titular me presenta
un rostro desconocido que tiene su misma mirada y el deje de su sonrisa. Todo
un caballero escondiendo a aquél chico de antaño. Ni siquiera me planteo si
tiene algún recuerdo de aquella renacuaja
de coletas despeinadas.
©Auroratris
Relato para