Se habla mucho sobre El
Camino de Santiago y de sus beneficios. Amalia, no es dada a este tipo de
movimiento, sin embargo, le gusta escuchar cuando alguien relata su experiencia
personal junto a otros peregrinos, incluidos los de otras nacionalidades.
Confiesa sentir envidia sana, efecto que se le pasa rápido cuando piensa en el
momento de compartir intimidad. Es demasiado defensora de lo suyo y de su sueño,
cuando más indefensos estamos. No, no es capaz de verse bajo el mismo techo o, eso
cree.
Con todo este equipaje, más una mochila de grandes
dimensiones repleta de enseres personales, un botiquín de emergencia y unas
ganas de experimentar en la propia carne aquello que escuchó, sube a un tren
con destino a Astorga para iniciar El Camino
Francés.
Distingue a varios pasajeros ataviados con una indumentaria similar
a la suya, en sus manos portan folletos explicativos sobre las 11 etapas que van
a vivir. Desde ya comienza la camaradería, el turno de preguntas, las bromas
entre unos y otros. Siente que le invade la incertidumbre de querer o no formar
parte de este grupo recién estrenado.
Avanza por el pasillo hasta su asiento. Mientras coloca el
equipaje, estudia de soslayo a su compañera de viaje. No parece muy habladora y
con un simple gesto de cabeza le da la bienvenida al lugar. Durante todo el
trayecto les acompaña un largo silencio. Llegan a la estación y tanto su
compañera como ella ve como el resto del grupo se dispersa para reunirse en el
albergue. Es curioso, ambas han decidido hacer otro tipo de peregrinaje. Con el
mismo silencio se dirigen hacia la pensión.
Todavía no ha salido el sol y ya se oye cierto bullicio. Son
los peregrinos que comienzan su etapa para acabar con el tiempo suficiente de
poder coger un lugar allí donde acaba la susodicha. Amalia y su compañera,
libres de esta preocupación, se saludan en la cafetería con un escueto café
frente a frente. Una consulta el móvil antes de iniciar el camino, la otra solo
comprueba su cuaderno de notas.
Unos metros separan la una de la otra. Amalia no sabe si
dejar que la alcance o simplemente seguir caminando a su ritmo. Sigue con atención
cada señal para no desviarse. Finalmente deja que suceda para ir a la misma
altura y así poderse presentar. Cree que es lo correcto. Descubre que su compañera
viene desde Praga para hacer el camino. Dice ser escritora. El esfuerzo por
hablar en español hace que le empiece a caer bien.
Poco a poco se va creando un ambiente de compañerismo entre
las dos mujeres. Darina, que así se llama la extranjera, le cuenta a Amalia los
motivos por los cuales va a realizar este Camino. Quiere escribir sobre él.
Cuando llega el turno de ella, no sabe qué decir, cuál es la razón por la que
ha iniciado esta aventura. Duda mucho de que sea por fe o por conocer a más
personas. La mira y estudia su rostro cuando responde que no lo sabe, que espera
conocer la respuesta cuando llegue a la Catedral y abrace al Apóstol.
A lo largo de las 11 etapas ambas peregrinas ya saben lo
suficiente la una de la otra para crear un lazo amistoso. Darina, no deja de
tomar notas de todo aquello que ve y vive. Amalia se siente observada todo el
tiempo, ha llegado a la conclusión de que no le importa. Realmente está
disfrutando de este viaje y de la compañía.
Seguramente no han compartido tantas palabras como kilómetros.
Dejan caer al suelo sus mochilas cuando llegan a la Plaza del Obradoiro. Ambas sonríen
satisfechas por el alcanzado logro. Deciden ir juntas a recoger la Compostela,
acabar con todo el ritual que ofrece este viaje. Dar el abrazo revelador y regresar
a sus vidas, cada una por su lado, con el agradecimiento de haber compartido ya
no solo el camino, siempre hay algo más que se deja en este viaje. Amalia ya lo
sabe.
Está convencida de que algún día encontrará en cualquier librería
el libro de Darina. Lo que desconoce es que ella será la protagonista.
(691 palabras)
©Auroratris