De nuevo y de la mano
mi participación en su maravillosa propuesta:
"Un Evento Inesperado"
Para seguir disfrutando pinchar
aquí.
Los días
transcurrían tranquilos... tan monótonos como la misión de Nicolás, dándole a
su Rueda.
Me dispuse a
mirar el correo mientras le contaba lo más interesante... " Me había roto
una uña" - ¡Vaya drama en una vida sosegada! -
Numeraba,
Con un leve desagrado, las cartas de publicidad, facturas... Hasta que de
repente paré en seco la maniobra automática de ir pasando los sobres... Ahí
estaba, ante mí, un sobre diferente... De un rojo intenso, sanguinolento
exactamente.
Lo rasgué
con sumo cuidado y la sorpresa iba in crescendo. Saqué una cartulina del mismo
color... Unas letras cuidadosamente alineadas me invitaban a pasar un fin de
semana en el Castillo de Bran. Lo primero que pensé es que había Sido una
equivocación. Comprobé que no era así ya que mis datos estaban correctos.
Sopesé la
invitación, pros y contras. Miré a Nicolás, éste hacía caso omiso a mis
divagaciones. Así que, sin valorar nada más metí en mi maleta de mano lo imprescindible para un par de días, cogí mi cámara de fotos por si la situación
requería ser inmortalizada, una botella
de vino de regalo como buena invitada y me dispuse a emprender esta
aventura.
Llegué ante
la puerta de entrada y antes de tocar, ésta se abrió... El cambio de luz fue
relevante, debía acostumbrarme en cuestión de segundos a esa penumbra tan
diferente de la luz exterior. Una voz de hombre me invitaba a pasar.
Así hice,
avanzando por un pasillo y siguiendo las indicaciones me topé de pronto con una puerta entreabierta por donde se fugaba
una extravagante y cegadora luz roja.
-Pasa Gabriela, no seas tímida. Me instó un hombre desde el interior.
Me extrañó
que supiera que yo estaba al otro lado.
Suponiendo
que era el anfitrión, empujé la puerta y le encontré de pie frente a la
chimenea, mirando el fuego de una manera enigmática… instintivamente apreté el spray de pimienta que llevaba en el
bolsillo, pero su voz me sobresaltó cuando me invitó a servirme una copa de
vino y coger algún bombón de la
mesita que justo estaba a mi derecha.
Cada vez
estaba más intrigada… ¿cómo podía saber tanto de mí? Algo me empujaba a
obedecerle y acatando sus órdenes me situé junto a él con mi copa entre las
manos y un bombón entre los labios.
-Me alegro de que hayas aceptado esta invitación, Gabriela. –
Dijo mientras se giraba hacia mí levantando su copa e intentando que yo
hiciera lo mismo.
Chocamos las
copas y su sonido fue hipnotizador, o tal vez fue el efecto del chocolate que
ya había empezado a fundirse en mi boca. Su sonrisa en ese brindis fue todo un
espectáculo. El brillo de su mirada era demasiado intimidador a la vez que
pronunciaba mi nombre con un alargamiento excesivo de las sílabas… Me ardían
las mejillas.
- - Ven, te mostraré tu habitación. Serás mi
invitada de honor. Durante la cena te contaré el motivo de tal evento. Porque
supongo que todo esto te parecerá muy extraño ¿No es así? No te preocupes, no
eres la única invitada. - Acto seguido abrió una de las estancias mostrándome
su interior.
Fantasmal… esa fue mi percepción. Ya
me estaba arrepintiendo de mi valentía. Quise llamar a mi … vaya, no tenía a
nadie a quién llamar y tampoco había traído el móvil, es lo que pasa cuando nunca lo usas si no es para
cargarlo. Pensé en el pobre Nicolás… dándole a su rueda y totalmente ajeno a mi
situación.
Me dispuse a bajar para cenar cuando
oí unos ruidos extraños procedentes de
un cuarto alejado del mío, la puerta estaba cerrada con llave. Fue inútil
intentar abrir. A punto de desistir
sentí el susurro desde el interior.
- -Vete, no bajes al comedor… la cena eres tú. – No
estaba segura de haber oído así.
Pregunté de quién se trataba y otra
vez repitió la misma frase. El pánico me sobrepasaba y no me dejaba pensar.
- - Estás aquí, querida Gabriela. – Dijo él tras de
mí, haciendo que diera un respingo. Temiendo que te perdieras he venido a
buscarte yo mismo.
- - ¿Qué o quién está ahí dentro? –Pregunté lo más
segura que pude.
- - Oh, este Castillo es muy viejo, se oye toda
clase de ruidos. Tiene mil historias, ninguna cierta. Sólo es tu imaginación… A
mí me ocurrió lo mismo cuando lo compré y me instalé. Pero, ya me he
acostumbrado.
Para nada me
había tranquilizado. Cada vez estaba más nerviosa. Llegamos al comedor donde
estaban dispuestos solamente dos cubiertos. Seguía preguntándome dónde estaba
el resto de invitados. Recordé la escena anterior y lo absurdo de mi
imaginación.
Sorprendentemente,
la cena transcurrió con normalidad. El efecto del vino hizo que poco a poco
bajara la guardia y empezara a disfrutar de su compañía. Hasta ese momento no
me había fijado en lo atractivo que era.
Le propuse
hacernos una foto justo cuando estábamos en los postres. Accedió de manera muy
complaciente.
Cuando todo
acabó me acompañó hasta mi cuarto despidiéndose de una manera inusual.
- -Procura descansar, Gabriela… hay noches que
parecen eternas.
- -Gracias e igualmente, Señor. – Me quedé con las
ganas de preguntar a qué había venido eso.
Entré rápidamente y me puse el
pijama. Me metí en la cama y fue cuando recordé la cámara de fotos. La había
olvidado en el salón. Me puse la bata y salí con la decisión de recuperarla.
Otra vez se repitió la misma escena.
Esa puerta cerrada, la voz tras ella…
Decidí que en cuanto amaneciera
abandonaría el lugar. Como experiencia ya estaba resultando demasiado.
Bajé las escaleras a la carrera.
Entré en la amplía estancia. Allí estaba, sobre la mesa, justo en el lugar que
había ocupado durante la cena. La
curiosidad me invadió de pronto y quise ver el resultado de las fotos. Un grito
ahogado salió de mi garganta. En todas y cada una de ellas sólo estaba yo.
Lo siguiente ocurrió muy deprisa como
para recordarlo con detalle, pero ya no importa, tengo toda una eternidad para
hacerlo. Después de todo, lo único que te
salva es tu actitud ante ciertas situaciones.
©Auroratris